Miro hacia dentro y desde esta
distancia que da el tiempo observo todo lo que sucedió como se gesto todo, como
ocurrió todo. La vida, la enfermedad y la muerte al final todo se une en un
mismo camino, todo se vuelve una misma realidad y dibuja un único destino.
Ver que la lucha de afuera no se
corresponde con la de adentro. Sentir que cuando murió mi padre dejo a los enemigos
de fuera vivos y a los de dentro los dejo sin luchar y lo llevaron a la muerte.
Toda enfermedad conlleva una enseñanza
y un cambio. Toda enfermedad es el camino para nuestro cambio interior,
pretender que nuestro entorno cambie sin cambiar nosotros es una utopía, ironía,
canallada.
Al final el peor enemigo es uno mismo.
El no querer darnos cuenta que nos tenemos que querer para ser queridos, que
nos tenemos que respetar para ser respetados. Quien no comprende esta verdad está
solo en el mundo. Todo el mundo es al final responsable de todo lo que le
ocurre en su vida.
Mi padre también lo fue. Quiso aislarse
del dolor, olvidarse de él alejándose de la gente pero la causa la mantenía el.
Nunca tuvo el valor de dar un puñetazo en la mesa y decir ahora el que importo
soy yo y se va a hacer lo que yo quiera. Vivió siempre plegado a los deseos de
los demás, con miedo de levantar la voz.
Esa frustración de vida le provoco el cáncer
y ese mismo cáncer lo fue matando de manera agónica hasta hacerle morir solo. Demostró
fuerza de vida para aguantar el dolor y el sufrimiento pero no tuvo fuerza para
luchar por lo que quería y soñaba.
Pocas veces pudo imponer lo que él quería,
pocas veces fue libre para decidir. Vivió pero fue un muerto en vida. Buena persona,
no te jode, como para no serlo nunca se impuso a nadie y siempre se trago sus
sentimientos.
Ahora que ha pasado ya bien de tiempo
siento que la vida no fue justa con él, pero con quien lo es. El sufrió porque
no pudo ponerle palabras a lo que quería. Quería ser escuchado, considerado,
poder decir quiero hacer esto, quiero esto otro pero se encontró que ni enfermo
le respetaron sus deseos.
Al final toda una vida de sacrificios
para morir solo, incomprendido, ignorado.
Yo se que él tuvo sueños, deseos. Sé que
nos quiso, a su manera, pero nos quiso, pero al final la vida le dejo una lección
bien dura. Una lección que me aterra. Una lección que es para gente fuerte, una
lección que no sé si me puede llegar a mí.
Me voy acercando a los años en que mi
padre se enfermo y me aterra la verdad ponerme enfermo como él. Pensar en
agonizar por culpa de esa enfermedad tan perra. La soga en casa del ahorcado
siempre tiende a estar presente y es algo que no se olvida fácilmente.
Quien ha visto morir conoce la muerte
y sueña con su misma suerte. Pues a veces parece que la tristeza se pasa de
padres a hijos y a veces esa idea de suicidio que tiene el cáncer me ha rondado
por la cabeza. Y te ronda aunque quieras vivir pero a veces la vida te
decepciona y piensas ¿Por qué vivir?
¿Merece la pena?
Al final al suicidio, a la desesperación
llegamos de la manera mas insospechada, pensamos que estamos alegres, que todo
va bien pero esta puta enfermedad te demuestra que en el fondo eres débil y que
una parte de ti rechaza a la vida y que le parece más valiente no seguir
viviendo.
¿Quién
en su sano juicio se deja atrapar por la desesperanza por las pocas ganas de
vivir?
En este mundo moderno cada vez es mas gente
la que no encuentra un salvavidas emocional que lo libre de esa tristeza de
vivir, cada vez somos mas los que sino llegamos morimos en vida porque nos
hemos atado a un mundo de materialismo fatuo y vacio.
Todo lo que tenemos esta en nosotros y
lo perdemos por atarnos a cosas que no nos llenan, por ser alguien que no somos
y por vivir una vida que no queremos. Somos presos de esta sociedad que deja de
lado los sueños y sentimientos por agarrar con fuerza todo lo material y al
final todas esas cosas materiales desaparecerán cuando estiremos la pata.
Podemos buscar todas las riquezas y
luchar por ellas pero al otro lado no llegara nada de eso. De todas las
apariencias, de todas las mascaras no quedaran nada solo seremos lo que quede
cuando se pudra todo nuestro esqueleto.
Hasta que no nos demos cuenta de eso
viviremos en mentiras vacías y sin sentido. Mentiras que nos llevaran a más
mentiras y de ahí a una falsa idea de vida.
Al final nadie se crucifica solo. Eso es
imposible porque mas que no queramos siempre formamos parte de una realidad
mayor. Nos podemos aislar del mundo pero el mundo termina redundando en nuestro
interior. No podemos negarnos porque hasta nuestras negaciones se nos aparecen.
Todo consciente o inconsciente al
final aparece. Intentar esconder la realidad es una utopía porque al final lo
que guardamos dentro se muestra en alguna forma fuera de nosotros para que
comprendamos lo que tenemos que aprender.
La lección siempre va a estar allí. La
lección es parte de nuestra vida.
Quien pueda mirar dentro de sí y
admitir este soy yo y me quiero tal y como soy; podrá mirar a la mira y
afrontar lo que le pueda atormentar. El que no tenga dentro de sí suficiente
fuerza para quererse mas que todos sus dolores morirá adolorido.
Quererse debía de ser la primera lección
que nos deberían enseñar en esta puta vida, no lo primero aprender a buscar la aprobación
de los demás, vivir en el dictado de lo que piensan los otros. Pretender vivir
como marionetas y aun así pensar que estamos viviendo nuestra vida; ¡que ironía!
Parece que no pero luchar por ser
respetado y querido de forma sincera es más importante de lo que pensamos. O sino
querernos.
Parece que hablo de algo sencillo pero
si miramos dentro de nosotros nos damos cuenta que estamos programados para
buscar la aprobación de los demás antes del amor propio. Ese amor propio para
reclamar primero lo que queremos y deseamos antes de hacer lo que nosotros nos
dicen que hagamos.
Al final del día, ¿Cuántas veces
pensamos antes en nuestras necesidades, deseos y sueños? ¿Cuántas veces lo
hiciste aita? ¿Cuántas veces fuiste detrás de lo que deseabas, querías y
soñabas?