Después de mucho tiempo vuelvo a coger como punto de apoyo a mi gran amigo Tony de Mello, sus pensamientos son puertas que me van abriendo el corazón y por eso quiero poner aquí cosas que son buenas para mi, así quien los lea le sentaran bien también.
"Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para
el Reino de Dios"
(Lc. 9,62)
El Reino de
Dios es amor. Pero ¿qué significa amar? Significa ser sensible a la vida, a las
cosas y a las personas; tener sentimientos hacia todo y hacia todos, sin
excluir nada ni a nadie. Porque a la exclusión sólo se llega a base de endurecerse,
a base de cerrar las propias puertas. Y el endurecimiento mata la sensibilidad.
No te resultará difícil encontrar ejemplos de esta clase de sensibilidad en tu
propia vida. ¿No te has detenido nunca a retirar una piedra o un clavo de la
carretera para evitar que alguien pueda sufrir daño? Lo de menos es que tú no
llegues nunca a conocer a la persona que va a beneficiarse de ello, o que no se
recompense ni se reconozca tu gesto. Lo haces por puro sentimiento de
benevolencia y bondad. ¿No te has sentido alguna vez afligido ante la absurda
destrucción, en cualquier parte del mundo, de un bosque que nunca ibas a ver ni
del que te ibas a beneficiar jamas? ¿No te has tomado nunca más molestias de
las normales por ayudar a un extraño a encontrar la dirección que buscaba,
aunque no conocieras ni fueras nunca a volver a ver a esa persona, simplemente
por haber experimentado un sentimiento de bondad? En esos y en otros muchos
momentos, el amor ha aflorado a la superficie en tu vida, haciendo ver que se
hallaba en tu interior esperando ser liberado.
¿Cómo puedes
llegar a poseer esta clase de amor? No puedes, porque ya está dentro de ti.
Todo lo que tienes que hacer es quitar los obstáculos que tú mismo pones a la
sensibilidad, y ésta saldrá a la superficie.
Esos obstáculos
a la sensibilidad son dos: La opinión y el apego. Hablemos primero de la
opinión. En cuanto tienes una opinión, ya has llegado a una conclusión acerca
de una persona, una situación o una cosa. Te has quedado fijo en un punto y has
renunciado a tu sensibilidad. Te has predispuesto, y ya sólo verás a esa
persona o cosa desde tu predisposición o prejuicio. En otras palabras, vas a
dejar de verla para siempre. ¿Y cómo puedes ser sensible a alguien que ni
siquiera ves? Piensa en una persona a la que conozcas y haz una lista de las
numerosas conclusiones, positivas o negativas, a las que hayas llegado y sobre
la base de las cuales te relacionas con ella. En el momento en que digas:
"Fulano es inteligente", o "cruel", o "desconfiado",
o "cariñoso", o lo que sea, en ese mismo momento ya has endurecido tu
percepción, te has formado un pre - juicio y has dejado de observar a esa
persona en su constante devenir; es algo análogo al caso del piloto que se
pusiera a volar hoy con el informe meteorológico de la semana pasada. Examina
con mucho cuidado dichas opiniones, porque el simple hecho de comprender que se
trata de opiniones, conclusiones o prejuicios, no reflejos de la realidad, hará
que desaparezcan.
En cuanto al
apego, ¿cómo se forma? Ante todo, proviene del contacto con algo que te
ocasiona placer o satisfacción: un auto, un moderno aparato anunciado de manera
atrayente, una frase de elogio, la compañía de una persona... Viene luego el
deseo de aferrarte a ello, de repetir la gratificante sensación que esa cosa o
persona te ha ocasionado. Por último, llegas a convencerte de que no serás
feliz sin esa cosa o persona, porque has identificado el placer que te
proporciona con la felicidad. Y ya tienes un apego con todas las de la ley; un
apego, que inevitablemente, te hace excluir otras cosas y ser insensible a todo
cuanto no forme parte de él. Consiguientemente, cada vez que tengas que dejar
el objeto de tu apego, dejarás con él tu corazón, que ya no podrás poner en
ninguna otra cosa. La sinfonía de la vida prosigue, pero tú no dejas de mirar
atrás, de aferrarte a unos cuantos compases de la sinfonía, de cerrar tus oídos
al resto de la música, produciendo con ello una desarmonía y un conflicto entre
lo que a vida te ofrece y aquello a lo que tú te aferras. Y vienen a
continuación la tensión, la ansiedad, que constituyen la muerte misma del amor
y de la gozosa libertad que el amor conlleva. Y es que el amor y la libertad
sólo se encuentran cuando se sabe disfrutar de cada nota en el momento en que
ésta se produce, pero sin tratar de apresarla, a fin de mantenerse plenamente
receptivo a las notas siguientes.
¿Cómo liberarse
de un apego? Muchos suelen intentarlo por medio de la renuncia. pero renunciar
a unos cuantos compases de la sinfonía, hacerlos desaparecer de la consciencia,
origina precisamente la misma clase de violencia, , conflicto e insensibilidad
que el aferrarse a ellos. Lo único que se consigue, una vez más, es
endurecerse. El secreto reside en no renunciar a nada ni aferrarse a nada, en
disfrutar de todo y permitir que todo pase. Y esto ¿cómo se hace? A base de
muchas horas de observar el carácter corrompido y viciado del apego. Por lo
general, lo que haces es centrarte en la emoción, en la ráfaga de placer que el
objeto de tu apego te produce. ¿Por qué no intentas ver la ansiedad, el
sufrimiento y la falta de libertad que también te ocasiona, a la vez que la
alegría, la paz y la libertad que experimentas cuando desaparece? entonces
dejarás de mirar atrás y podrás sentir el hechizo de la música en el instante
presente.
Finalmente,
echa un vistazo a la sociedad en la que vivimos, podrida de apegos hasta la
médula. Porque, si uno está apegado al poder, al dinero, a la propiedad, a la
fama, al éxito; si uno busca todas estas cosas como si su felicidad dependiera
de ellas, será considerado como un miembro dinámico , trabajador y productivo
de la sociedad. En otras palabras, si uno persigue esas cosas con una
arrolladora ambición capaz de destruir la sinfonía de su vida y convertirle en
un ser duro, frío e insensible para con los demás y para consigo mismo,
entonces la sociedad le considerará un ciudadano "como es debido", y
sus parientes y amigos se sentirán orgullosos del "status" que han
alcanzado. ¿A cuantas personas conoces, de las que llaman "respetables",
que hayan conservado esa tierna sensibilidad del amor que sólo la falta de
apegos puede proporcionar? Si piensas en ello detenidamente, experimentarás una
repugnancia tan profunda que instintivamente arrojarás de ti todo apego, como
harías con una serpiente que te hubiera caído encima. Te rebelarás y tratarás
de liberarte de esta pútrida cultura, basada en la codicia y el apego, en el
ansia y la avaricia y en la dureza e insensibilidad del desamor.
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Es revelador lo que nos dicen estas palabras. Atarnos a lo que tenemos como si ello nos diera la vida. La vida que lo que nos han vendido es una gran mentira pero nos cuesta desprendernos de la misma. Hablo en mi propio conocimiento y en el saber lo que me cuesta desapegarme de las cosas y de las personas.
Al final nos anclamos en recuerdos y sentimientos y se nos hace mas difícil avanzar y evolucionar como personas. Nos cuesta desprendernos de lo que somos para poder cambiar.
Nos hemos anclado en los deseos que nos han inculcado y pensamos que van a ser ellos los que van a conseguir llenar el vacío de nuestra vida y olvidamos como siempre que lo que nos llena esta dentro de nosotros.
Pero con toda la pirotecnia que recibimos del exterior a veces resulta normal que nos cueste ver lo que tenemos dentro de nosotros. ¿Como nos podemos para a pensar con todo los estímulos que nos rodean?
La decisión como siempre recae en nosotros. Somos nosotros los capitanes de nuestra vida y nosotros los responsables de la deriva que queremos llevar. Si seguimos echando balones fuera jamas encontraremos la joya dentro de nosotros.
De nosotros depende.
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