lunes, 21 de febrero de 2011

Continua la lucha

Se han encendido vientos de furia y batalla. Los pueblos han salido de sus cobijos y piden igualdad a gritos. Parece que esto se ha convertido en algo imparable. Nadie esta conforme con el trato recibido y todos reclaman lo que legitimamente les corresponde.

Se esta despertando una nueva conciencia, el mundo esta que arde. Se oye rugir al pueblo, la revolucion esta en la calle. El pueblo poco a poco se hace grande, el pueblo empieza a reconocerse. Quieren recuperar lo que es suyo ya no quieren ser nadie.

La primera espita de Egipto ha espoleado al resto de los pueblos colindantes. Hay viento de batalla, hay furia en la calle. Se van abriendo los ojos, se siente el pueblo engañado, estafado y reclaman lo que les pertenece. Reclaman lo robado, quieren a sus dictadores en la calle.

Desde la distancia percibo que una nueva conciencia se siente. Los que antes estaban dormidos, reprimidos ya no quieron mas chantaje. Pobres de bienes y dinero si pero no ignorantes. Tanto tiempo reprimidos, explotados y acallados.

Les miro y veo en ellos la esperanza que nuestra sociedad supuestamente mas desarrollada despierte de la falacia de la cual se le alimenta. Que siendo pueblo mas culto se nos trata como pueblo ignorante. Y ahora si llega la hora de gritar, ser pueblo y de echarse para adelante.

No quiero decir mas porque los hechos lo estan contando todo. Ahora el devenir esta en las calles. Asi que nuestro futuro se esta gestando en sus actos. Me voy a despedir con un luchador Miguel Hernandez. Una gran poeta muerto en la guerra civil. El entendio la lucha aun siendo joven. Os dejo una poesia que habla de esa lucha.

Vientos del pueblo me llevan

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

 
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

 
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

 
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

 
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

 
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

 
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.


La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.


Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

 
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

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